sábado, 18 de diciembre de 2010

¿Quién fue Carlos II?





Carlos II fue el el único varón legítimo del rey Felipe IV. Carlos II padeció a lo largo de su vida frecuentes catarros, desarreglos intestinales, raquitismo, sarampión, varicela, rubeola, viruela y una más que segura impotencia.
Hasta los 4 años no consiguió ponerse en pie y sólo pudo caminar a los 6 años. No consiguió que su lenguaje fuera inteligible hasta los 10 años y sólo un año después acometió la lectura y la escritura, actividades que, según parece, nunca fueron de su agrado ni llegó a dominar. Cuando ya tenía 25 años, el nuncio papal relataba en uno de sus informes a la Santa Sede que el rey no podía estar derecho a menos que se apoyase en una pared, en una mesa o en otra persona.
Sus contemporáneos acabaron por achacar todos estos males a cierto hechizo que había recaído sobre el monarca, llegando a poner nombre y apellidos a los culpables de tal encantamiento. Nosotros, que reconocemos el encanto literario que el sobrenombre de el Hechizado da a la penosa vida de Carlos, creemos más bien que todo virus o bacteria que visitaba la Corte encontraba refugio en su endeble naturaleza.
La obsesión de los Austrias por los matrimonios entre familiares y un mal entendido principio de legitimidad en la sucesión a la Corona posibilitaron que este hombre, cuya única afición conocida fue la de frecuentar la pastelería de palacio, llegara a reinar. Su reinado, en cuyo gobierno el monarca no tuvo participación alguna, no fue ni mejor ni peor que el de sus antecesores inmediatos y su mayor proeza fue la de estampar la firma en el testamento que abriría las puertas de España a los Borbones y a la Guerra de Sucesión. Pero de todo esto ya hablaremos cumplidamente  otro día.
El día 1 de noviembre de 1.700, a los 38 años de edad, Carlos II moría después de semanas de agonía. Dos días después se le practicaba la autopsia, de la que el Marqués Ariberti filtró que “no tenía el cadáver ni una gota de sangre; el corazón apareció del tamaño de un grano de pimienta; los pulmones, corroídos; los intestinos, putrefactos y gangrenados; un solo testículo, negro como el carbón, y la cabeza llena de agua”.
Modernas investigaciones han concluido que Carlos II padecía el síndrome de Klinefelter.

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